sábado, 23 agosto, 2025
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Justina Bustos y cómo convivir con ser madre en la vida real por primera vez y una mujer que no puede tener hijos, en la serie En el barro

Si el bolillero sorteara personajes de Justina Bustos al azar, el resultado sería impredecible. Es que a su cartera de vivencias y segundas pieles en ficción (alguna de su realidad cercana, devenida formato documental) no le faltan matices.

Y en ese híbrido de registros a veces más grises que coloridos, Justina Bustos, la actriz y productora cordobesa con doble lanzamiento bajo la manga -estrenó el mismo 14 de agosto la serie Nieve roja, coproducción de Flow y StoryLab, y En el barro, spin-off femenino de El Marginal por Netflix– aclara: “No tengo un género tan definido porque me aburro. Cuando tengo que elegir, voy por las historias. De repente hago drama y me divierte que lo próximo sea saltar a un proyecto más cómico”.

El más reciente en su radar -thriller psicológico dirigido por David Bisbano, guionista con Andrés Gelós y Natacha Caravia– otro “salto en alto” que la acercó a la ciencia ficción.

“Trabajamos con pantallas inmensas, pero a la vez fue todo muy artesanal”, dice la protagonista de Nieve roja, la disruptiva serie de 8 episodios que incorpora como un personaje más a la inteligencia artificial, con autoría y producción ejecutiva de Diego Palacio y Nacho Viale.

Desde una base en la Antártida como locación, recreada con siete pasillos, siete puertas y siete habitaciones no aptas para claustrofóbicos, el marco es un extraño experimento corporativo que presenta a Bustos como competitiva candidata.

Una suerte de método Grönholm 2.0 -con Nazareno Casero, Juan Gil Navarro y Mariano Martínez a la cabeza, además de Micaela Riera, Gastón Cocchiarale y Ariel Pérez De María– donde cualquiera es sospechoso hasta que se demuestre lo contrario.

Pero por decantación (y arengue colectivo) la vidriera con más ojos en la lupa es la continuación de un hito de Sebastián Ortega. Situada en el penal femenino “La Quebrada” con elenco coral y participación especial de la ex ATAV como Eugenia Faccia. La mujer del gobernador que en la ficción no puede ser madre, pero en la vida misma cursa el quinto mes de embarazo primerizo.

Mamá primeriza. Justina Bustos, con su pancita de cinco meses. Foto: Fernando de la Orden

Actores cómplices y queridos

-En ambos proyectos compartís cartel con Juan Gil Navarro, pero en el de Ortega, a priori, con más complicidad porque interpreta a tu esposo que es un político en campaña.

-Sí, igual no te creas que por ser mi esposo en En el barro somos tan cómplices. Complicidad es lo que le falta al matrimonio y yo lo acompaño en su gobierno. La serie Nieve roja sí nos obliga a ser más cómplices para superar el contexto de lo que vivimos.

-Que se acerca bastante a la premisa de “El Método Grönholm”, con una técnica de selección de personal donde cualquiera podría ser sospechoso hasta que se demuestre lo contrario.

-En un momento empezas a sospechar de todos. También por el encierro, la competencia y saber que sólo uno va a ganar.

Con Juan Gil no sé qué habremos sido en otra vida, pero es con quien más trabajé y me siento súper cómoda. Gran actor, caballero, para mí es familia. De hecho, conoce a mis padres, porque un verano alquiló una casita en Córdoba.

Y suma: “Otra que adoro es Rita Cortese (En el barro), que teníamos tres horas de obra en Las Brujas de Salem. Es una persona a la que recurro. Para que me recomiende libros o su opinión de un tema. Volver a actuar juntas fue igual de familiar. Es muy pícara y generosa. También me hice amiga de la actriz española Anita Rujas, que veía muy tomada por la energía y lugares en esos pabellones súper grandes y fríos”.

Justina Bustos sabe generarse sus propios proyectos y filmó un documental, «Sola en el Paraíso». Foto: Fernando de la Orden

-¿En Nieve roja, el frío lo tuviste que actuar?

-Ahora que me traés ese recuerdo, cuando se prendía la máquina de nieve teníamos que ponernos unos trajes de mucho calor. Pero estaba tan bien puesta la escena que yo me lo creía. Después tengo que ver cómo lo actué, jaja.

-Tu colega en “Las Estrellas” Violeta Urtizberea contó que hizo un self tape (auto-casting) para “La sociedad de la nieve” y que era raro fingir congelamiento en el cuarto de su casa. ¿Actuarlo no es tan divertido como parece?

-No te queda otra que meterte en la actuación pura y dura porque si dudas un poco, perdés. No hubo técnica previa, fue entregarme a lo que estaba escrito.

-¿Te dio curiosidad la ingeniería detrás de la ciencia ficción? Ver cómo se movían los hilos para generar una nevada artificial…

-Después de hacer las escenas se veía divino, pero era también muy artesanal. El equipo de arte presente todo el tiempo porque se salía algo y tenían que ponerlo y el director se quedaba después de filmar. También había unas pantallas inmensas y venían personas a manejar la máquina de nieve.

La inteligencia artificial al alcance de la mano

Justina Bustos, en «Nieve roja». Tuvo que actuar frío y encierro.

-Primero estrenó El Eternauta como novedad en el género y en Nieve roja se suma la inteligencia artificial como un personaje más. ¿Es buen augurio para el porvenir de la industria local?

-Es un género que se ve y gusta. Está bueno mostrar que en la Argentina se puede hacer y apostar al país. También extraño el género amor. ¡Lo estoy esperando!

Y mientras espera, no se cruza de brazos: “A principio de año hice una peli under, Cuero, un thriller dirigido por Joaquín Cambre, con el actor Daniel Elías y propuse a mi novio (y futuro padre de su hija) Máximo Pardo, para un personaje que terminaron eligiendo. Fue la primera vez que actué con mi pareja y estuvo bárbaro. Se filmó en Mendoza, con posibilidad de plataforma y trata de una chica que a su pareja -interpretada por Máximo- lo lleva puesto un auto y termina en estado de vigilia, vegetativo. Y termino cuidándolo durante dos años. Es la primera vez que la estoy pitcheando, jaja (presentar un proyecto).

-¿Te sentís más suelta después de haberlo hecho con tu ópera prima, Sola en el Paraíso, disponible en Filmin (Plataforma de España) y YouTube?

-Puede ser, pero no me siento la mejor vendedora. Nazareno es muy bueno. Juan Gil tiene buena parla. Darín te hace viajar en 2 segundos. Yo no tengo ese poder, pero trato de defender. Soy muy ansiosa y te cuento de un personaje antes del desarrollo.

Pero esa ansiedad no corre ni ronda a la actriz, que fue la sombra de Valeria Bertuccelli en el filme Culpa Cero y el personaje de Cecilia Roth de joven en Migas de pan, a instancias de un doble-estreno. “Recién estoy cayendo en la cuenta, porque vengo de viaje”, aclara con algún dejo de jet lag europeo y su primera cápsula de pijamas y trajes de baño con De Arrieta en el horizonte inmediato.

“También estoy generando una obra que recién se empieza a formar. Pero ahora yendo a festejar con el equipo de En el barro”.

Video

Tráiler de «Nieve roja»

-¿Te imaginabas habitando esos pabellones?

-La verdad, sí. En El Marginal me hubiera encantado estar y siempre deseo trabajar con Sebastián, que hicimos Historia de un clan, el mejor recuerdo.

-Como espectador uno podría pensar que no parás, pero juega mucho la magia de la ficción. ¿Siempre es otro el paisaje en realidad?

-Más hoy que puede pasar un año de haber hecho un proyecto. Ahora estoy armándome otros kioscos. Tampoco hay mucho entonces trato de generármelo mientras pueda. Desde chica soy así. No espero el afuera porque me vuelvo loca y tengo mucha energía creativa.

También directora y productora -en obras que actuó- dice: “A veces lo puedo hacer por amor al arte, sin ganar plata, porque me eleva rodearme de alguna gente. Son muchas las variables”.

Justina Bustos y Gastón Cocchiarale en una escena de «Nieve roja».

-¿Ser protagonista es otra?

-No lo tengo muy presente. Quizás porque se me han dado y no sea algo carente. Adoro los personajes secundarios de películas y me encanta observar el que viene y dice dos textos. De hecho, cuando se hacían novelas los personajes crecían porque fulano daba algo que no estaba escrito y te escribían más.

No la para ni el embarazo

De compuertas siempre abiertas, sumar millas es para la actriz de espectro nómade -recién regresada de Europa, ahora mismo del obstetra y con una panza que “ya se ve fácil, porque es un globo”- casi un deber cotidiano.

“Es verdad que el embarazo me da otra perspectiva y otro tiempo, pero estoy abierta y si me sale una peli la semana que viene, me iría”, dice habituada a enlazar ocio y trabajo.

“También siempre tuve la idea de que si quedaba embarazada, le iba a dar bola a la moda, porque estudié Diseño de Indumentaria en la Biblioteca de la Mujer, que no la terminé pero de chica siempre me gustó. Y empecé ahora que baje un poco el ritmo”.

-¿Volver a Córdoba, Unquillo, donde te criaste, podría acompañar el nuevo ritmo?

-No… (Piensa) Siempre está la idea de irme al campo, pero no sé si definidamente a vivir. Puede ser más adelante. Hoy en día, embarazada, me nació volver a Buenos Aires. También para hacerme chequeos y demás.

-¿Cómo fue entrar en la psiquis de una mujer que no puede ser madre en En el barro y verlo en retrospectiva con tu realidad actual?

-Siempre los preparo con alguien y trato de entenderlos desde algún lado. Ella no está bien y la desesperación la lleva a actuar mal. En rodaje yo no estaba embarazada todavía, pero sí sabía que en algún momento podía llegar a estarlo.

Justina Bustos pensó en dedicarse a la moda durante el embarazo y el primer tiempo de su maternidad, ya que estudió Diseño de indumentaria. Foto: Fernando de la Orden

-Con el antecedente de proyectos populares (100 días para enamorarse, Las Estrellas, Violetta) nunca usaste la exposición como vidriera. Hasta pocos deben saber que sos cordobesa, porque actuás mucho sin el acento. ¿Todo mérito tuyo?

-Yo soy muy introvertida en ese sentido. No veo una necesidad de mostrar mi vida íntima. Quizás cuando sea más grande te muestre la vida de mi perro, jaja.

-Pero registrás momentos de tu vida con tu cámara y estrenaste un documental con ventana al exterior.

-Sí, al mismo tiempo muestro un montón. Es cuando me llama la atención algo de mi vida o la del otro. Tengo fetiches con diferentes personas o animales y soy muy curiosa de documentar. En Unquillo hay personajes que me súper inspiran. Hace 6, 7 años me vengo filmando con una amiga distintas escenas de la vida.

-Guillermo Pfening también defiende mucho la idea de que si todos pusiéramos una cámara en nuestra casa en cada familia habría tela para cortar.

-Él es lo más. Justo que lo nombrás fue el que me dio la idea de presentar mi material (Sola en el Paraíso) a Isabel Coixet, una directora catalana muy conocida. Fue un gran motor.

-El año pasado contaste que cuando te llamó Valeria Bertuccelli para tu último protagónico en cine (Culpa Cero) estabas en crisis con la profesión. ¿De dónde te agarrás para hacer pie en esos trances?

– No sé, de lo que puedo. De una rutina, disciplina. Me compré una bici y salí a andar a que el aire me pegue en la cara. Fui a hacer boxeo… También me agarré de un grupo de 5 actrices con el que hicimos una obra en el Centro Cultural San Martín y nos generamos ese espacio de experimento. Después vino lo de Bertuccelli y me puse a trabajar. La vida misma.

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