“¡Hola, Bichi!” Me dijo mi colega en un trabajo que tuve en algún momento. La conocíamos como La Bichi. Cada vez que te veía te “bicheaba” y algo te sacaba, plagiaba o copiaba. La sensación posterior era de incredulidad, bronca e impotencia. ¿Quiénes son estos colegas ventajitas de la organización que, cual parásitos, viven de los conocimientos y experiencia de sus compañeros de trabajo?
El ventajita no tiene amigos, tiene necesidades. Estos colegas son los obsecuentes que toda organización tiene. Se acercan a donde calienta el sol, donde el poder de turno corta el bacalao. Es más, les encanta el poder, rodearlo, codearse de él y, eventualmente, detentarlo. Estos falsos amigos se van a acercar a nosotros cuando necesitan algo, o cuando tienen la convicción que tenemos la información o conocimientos que ellos necesitan. No van a reparar en acercarse, adularnos y, finalmente, robarnos la información necesaria. No es que el ventajita no sea inteligente, al contrario, tiene una inteligencia relacional enorme, pero son, muchas veces, poco creativos o técnicamente poco sólidos, por lo que necesitan acoplarse como parásitos de los que saben.
El ventajita es un mono con navaja. Si tienen la desgracia de que ventajita adquiera poder, pueden ser insufribles y su verdadera personalidad se despliega cuanto más poder tengan. El poder les saca las máscaras que van adquiriendo para obtener lo que realmente desean. Una vez en el podio se puede observar la verdadera personalidad de ese colega de espanto. A no sorprenderse si ventajita con poder termina reestructurando y despidiendo. De hecho, les encanta hacerlo.
El ventajita es un chusma recalcitrante. Ventajita tiene una gran capacidad para estar atento al “radiopasillo” y hacer uso de la información del submundo organizacional para su beneficio. Pero no solamente tiene esa capacidad de absorber información, también logran generar rumores que salen de su mente creativa para el mal. Por supuesto, que el mal es para otros. A ellos los beneficia sea para obtener algo, quedar bien con alguien o ensalzar su imagen.
El ventajita es un gato que ronronea. Nada mejor que está metáfora para ejemplificar cómo acerca el ventajita a quien le conviene. El gato que ronronea genera ternura y uno tiene ganas de acariciarlo aunque le de asco los gatos. El ventajita logra acercarse ronroneando frases edulcoradas; alineándose a lo que el otro dice para quedar bien aunque piense lo contrario; diciendo la palabra justa o, haciendo un regalo sentido para quedar bien con la mejor sonrisa de dentífrico.
El ventajita es un picaflor fiestero. Nada más lindo para el ventajita que generar vínculos sociales. Vive de succionar, cual picaflor, del néctar de sus colegas que le ofrecen información y ayuda. El peligro es que nos deja secos. Las reuniones sociales lo tienen a este espécimen pululando en distintos grupos ya que quiere hacerse conocer, escuchar, sacar información. Con su mejor sonrisa suele caer bien y deja instalado en los grupos donde va rumores que son convenientes para su carrera al poder. Lo hace con gran sutileza. Una vez plantado el rumor, sigue su ruta al siguiente grupo para infestarlo.
El ventajita es una araña piraña. En el libro Serpientes en traje Paul Babiak y Robert Hare describen a estos prototipos de malos colegas como unos psicópatas con una conducta destructiva que logran esconderse tras un manto de encanto, engaño y manipulación. Hay que tener cuidado con creerles lo que nos dicen, porque son realmente convincentes. Lo peor es que cuando logran el objetivo nos arrojan en la tela de araña y, si pueden, pican arrojando todo su veneno. Que no nos tomen por sorpresa.
¿Qué se puede hacer? Lo primero es lograr identificarlos. Es importante saber quién es quién en la organización. Así como siempre conviene distinguir a los jefes, sobre todo a los malos, y entender qué clase de antilíderes son (bestiales, maquiavélicos, narcisistas, mantecas, brutos, etc), también es crítico distinguir rápidamente quién es ventajita en la organización. Poder entender si un colega entra dentro de esta clasificación puede hacer la vida corporativa más fácil.
Para empezar, no relacionarse socialmente con estas personas ya que se puede entrar fácilmente en el juego de seducción y terminar ahorcado y desechado por el manipulador ventajita. Estos engendros organizacionales tienen un radar muy pulido para poder entender si un colega tiene una red de contención social en la organización o está más bien solo. A los que están solos el ventajita se le clava en la yugular para exprimirlo.
Si por alguna razón no hay más opción que soportar al ventajita socialmente, la actitud frente al sujeto indeseable es sonreír sin emitir opinión alguna de nada. Si llega a preguntar la opinión sobre un tema, la mejor respuesta es la ignorancia. Cuidado que estas personas son expertas en leer el lenguaje corporal, por eso hay que poner cara de póquer.
Es importante plantarse fuertemente ante el aprovechamiento de esta escoria organizacional. Cuando se cruzan con alguien firme y con carácter, dan un paso al costado, porque son, antes que nada, cobardes.
También es recomendable no compartir información con el ventajita. El acercamiento de estos energúmenos ávidos de algo que los ayude es para robar algo. Ante el pedido de información, datos o lo que sea que pidan, lo mejor es indagar en profundidad para qué necesita lo que está pidiendo, qué uso le dará, dónde lo presentará, con quién lo usará. Pero cuidado, hay que estar muy despiertos porque estos sujetos son hábiles para sacar información sin que la otra persona se de cuenta.
Si el ventajita va con mentiras a otros colegas o a la alta dirección, confrontar la mentira es lo más sano con pruebas fehacientes para poder desnudar al mal colega. Finalmente, una prueba de fuego para el ventajita, es mirarlo a los ojos cuando se habla. No falla: el ventajita revolea los ojos, mira para abajo y físicamente se desmorona.
Cuando alguien se cruza con un compañero que se les acerca con un: “Hola, Bichi”, definitivamente hay que tener cuidado. El colega ventajita quiere aprovecharse para obtener algo valioso en su beneficio. En esos casos, la mejor respuesta es: “Hola, Bichi, ¿todo bien? Disculpame pero me tengo que ir, tengo una reunión con el CEO”.