La aparición del veterinario Mariano Bonetto en un partido de fútbol en Laborde, provincia de Córdoba, provocó un fuerte escándalo. Bonetto fue condenado a prisión perpetua por los asesinatos de Nuria Couto y Natalia Grenbenshicova, ocurridos en julio de 2016 en el barrio porteño de La Boca, pero fue declarado inimputable por una patología psiquiátrica. Desde entonces, debía cumplir su pena internado en una institución especializada.
Inicialmente fue alojado en el Hospital Borda, pero en diciembre de 2024 lo trasladaron a una clínica en Córdoba, en una decisión que llevó la firma de la jueza Marcela Patricia Somer. Las familias de las víctimas no fueron notificadas en ese momento. La decisión, rechazada por los allegados desde el primer momento, derivó en un escándalo cuando el acusado fue filmado presenciando un partido entre los clubes de Recreativo y Olimpo.
Para las familias, no se trató de un descuido, sino de un plan deliberado para habilitarle un régimen flexible. Ana Rodionova, madre de Natalia, expresó su indignación: desde la fecha del traslado, temían que el veterinario Bonetto gozara de beneficios indebidos.
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“En Navidad lo sacaron a escondidas, ahora lo vemos caminando por un estadio. No hay justicia”, manifestó, con dolor y rabia.
El hecho refuerza las sospechas de que el sistema judicial y de salud mental falló en controlar adecuadamente al imputado, cuyo diagnóstico sirvió para que evitara una cárcel común, pero no lo exime de una estricta supervisión institucional. Por eso las familias de las víctimas evalúan iniciar acciones legales contra los responsables del traslado y la falta de seguimiento.
Doble femicidio. El caso ocurrió el 11 de julio de 2016, cuando Bonetto atacó a las adolescentes con una cuchilla en plena calle. Ambas murieron a causa de las heridas. El fallo que lo condenó a perpetua fue anulado por la declaración de inimputabilidad, lo que derivó en su internación psiquiátrica.
A casi una década del hecho, el video de un hombre condenado por doble femicidio moviéndose con libertad en su ciudad natal reabrió una herida profunda y un reclamo de justicia que nunca terminó.