Se cumplen 200 años de que el Padre de la Patria escribió “las máximas” para su hija tan amada y para los que tenían la responsabilidad de educarla. Instalado en Bruselas, donde permanecerá 6 años, de fines de 1824 a fines de 1830, San Martín empieza una vida mucho más calma, muy diferente a la de Londres (la ciudad más grande del mundo en 1825). Vivía en una casa perfectamente tapizada con un pequeño jardín sobre la calle de la Fiancée 1422, ubicada al norte de la ciudad, a seis cuadras del centro y de la Grand Place, adonde concurría regularmente a almorzar, con su hermano Justo Rufino, en la Sociedad de Comercio.
Bruselas era una pequeña cuidad de menos de 80.000 habitantes donde todo era cercano y las distancias, cortas. En ese entorno más sosegado, San Martín disponía de mayor tiempo para disfrutar de sus actividades favoritas, entre otras caminar por la ciudad, asistir a la ópera, mantener su correspondencia, trabajar la madera en su pequeño taller (habitación) de carpintería, completar su biblioteca, practicar equitación y viajar a otras ciudades cercanas. Había cumplido 47 años y gozaba de buena salud. Su hija Mercedes había permanecido en Londres bajo la tutela de la señora Frances Simpson, para finalizar su ciclo lectivo en el muy prestigioso Hampstead College. En esta nueva vida de tranquilidad que le daba el entorno de su retiro, el General escribe las Máximas para Mercedes, una visión de vida basada en valores éticos, morales y patrióticos.
Estas Máximas son enseñanzas muy profundas que como padre deseaba transmitir a su hija para que fueran una guía de vida. Incluyen consejos sobre la verdad, la amistad, la caridad, el respeto y amor a la patria, entre otros. Se las entregó a Mercedes en uno de los viajes que realizó a Londres. Además, hizo una copia para la señora Simpson, con el propósito de que conociera y difundiera a sus educadores los valores que deseaba para su hija. Dicen lo siguiente:
* Humanizar el carácter y hacerlo sensible aun con los insectos que nos perjudican. Stern ha dicho a una mosca, abriéndole la ventana para que saliese: anda, pobre animal, el mundo es demasiado grande para nosotros dos.
* Inspirarle amor a la verdad y odio a la mentira.
* Inspirarle gran confianza y amistad, pero uniendo el respeto.
* Estimular en Mercedes la caridad con los pobres.
* Respeto sobre la propiedad ajena.
* Acostumbrarla a guardar un secreto.
* Inspirarle sentimientos de indulgencia hacia todas las religiones.
* Dulzura con los criados, pobres y viejos.
* Que hable poco y lo preciso.
* Acostumbrarla a estar formal en la mesa.
* Amor al aseo y desprecio al lujo.
* Inspirarle amor por la patria y por la libertad.
Estas máximas reflejan el pensamiento del General, sus principios y valores esenciales que deseaba inculcar en su hija. Verdadero código de conducta como el que ya había redactado para sus otros hijos, el “código de honor” del Regimiento de Granaderos a Caballo. Estos principios conforman una guía integral para la formación ética y humana de Mercedes, centrada en la sensibilidad, la verdad, el respeto y la solidaridad. Él deseaba que fuera educada en el amor al prójimo, especialmente los más débiles, el compromiso con la justicia, la sencillez y la discreción, el equilibrio emocional y el respeto por la diversidad religiosa y social. Pero sobre todo, un profundo amor a la patria y la libertad. Otra valiosa enseñanza que nos legó el Libertador fue la necesidad de establecer un código de convivencia para la tan tumultuosa sociedad argentina que emane del Preámbulo de nuestra Constitución.
Debemos trabajar para tener una “patria grande” como lo deseaba el General: una sociedad fuerte, próspera pero sustentada en valores. Para eso es fundamental inculcar a la juventud el respeto, el mérito, la responsabilidad, el trabajo honesto, la valoración de la cultura y el compromiso con el bien común. Difundamos las Máximas de San Martín, que a pesar de ser bicentenarias siguen siendo completamente vigentes y relevantes para nuestra sociedad.
General (R)