Al estadounidense Gregory Makoff, especialista en deuda soberana, le llevó siete años escribir un libro sobre un tema doloroso y fundamental para la Argentina. “Pensé que me tomaría dos años, pero fue tan complicado y a la vez tan fascinante que seguí adelante”, dijo a Clarín. El resultado fue Default, la histórica batalla judicial por la reestructuración de la deuda argentina de US$ 100.000 millones” (Georgetown University Press), que será lanzado este jueves a la venta en Estados Unidos. “Es una historia jamás contada con la que se puede aprender mucho”, explica.
Graduado en física y ciencias políticas en el MIT, con doctorado en la Universidad de Chicago, Makoff trabajó por 21 años –buena parte de ellos en Salomon Brothers— como asesor de reestructuraciones de deuda en Jamaica, Colombia, Brasil, Sudáfrica, Nigeria, entre otros países. También fue funcionario del Tesoro estadounidense donde tuvo que lidiar con el tema en Puerto Rico. Desde 2015 escribe sobre deuda soberana como investigador principal no residente en el Centre for International Governance Innovation, en Canadá y miembro principal del Centro Mossavar-Rahmani para Negocios y Gobierno de la Kennedy School de la Universidad de Harvard.
El libro, que será presentado este jueves en el Council of the Americas en Nueva York, es un minucioso relato de la pesadilla argentina atada a los defaults y las reestructuraciones, comenzando por la crisis del 2001, las negociaciones con el FMI y la reestructuración de la deuda en 2005 y la siguiente década de batalla judicial con los bonistas que terminó marcando un enorme precedente global: la medida cautelar impuesta por el juez Thomas Griesa en 2012, que impedía al país hacer pagos a tenedores de bonos que habían aceptado canjes previos mientras se negara a pagar a la totalidad de sus acreedores y por la que dos años más tarde el país volvió a caer en default. La historia en el libro cierra con el acuerdo alcanzado por el gobierno de Mauricio Macri con los bonistas en 2016.
Al presidente Javier Milei le toca ahora negociar con el Fondo Monetario Internacional, otro actor importante en la saga argentina. “Veo a Milei como producto del fracaso de la Argentina para recuperarse del default del 2001”, dice Makoff, y anhela que haya un consenso político y social en el país para salir definitivamente de la crisis de deuda.
Se podría pensar que es un relato repleto de números abrumadores, pero no: con más de un centenar de entrevistas a los protagonistas, transcripciones de audiencias, reportes públicos y documentos oficiales, Makoff refleja el clima de las negociaciones, las tensiones en las salas de reuniones, los desplantes, los vaivenes políticos del país y cómo el juez Griesa fue perdiendo la paciencia con el gobierno kirchnerista.
-Usted afirma que la pelea entre Argentina y los bonistas es uno de los episodios más significativos en la historia de los litigios por deuda soberana. ¿Por qué?
-Hubo cientos de casos en el mundo. Pero el alcance y la duración de la batalla judicial argentina fueron extraordinarios y las sentencias significativas. Que el tema llegue hasta la Corte Suprema de Estados Unidos o la decisión de imponer la medida cautelar por parte del Juez Griesa fue algo que ocurre una vez cada 100 años. Fue algo extraordinario por el volumen, la intensidad y la ferocidad. Pero fue importante básicamente por ese fallo crítico.
-Su libro cubre 15 años de historia de la deuda ¿Cuál fue el peor momento?
-Fue después del default de julio de 2014 (cuando el gobierno de Cristina Kirchner no pudo ser forzado a pagar a los bonistas luego de una larga negociación que fracasó en New York) porque en ese entonces eran 13 años después del default de 2001 y todos los bonos volvieron a estar en default. Estaban nuevamente en el punto de partida y, como se acercaban las elecciones, nadie se hablaba entre sí y todo se quebró. Argentina no estaba en un buen lugar, los acreedores tampoco estaban en buen lugar. Fue un punto realmente dramático de esta historia, cuando todo realmente se desmoronó.
-¿Y el mejor momento?
-Depende de qué lado estás. Del lado argentino, podríamos mencionar el anuncio de Néstor Kirchner de la reestructuración el 25 de febrero de 2005 y “la enorme y valiente batalla contra los acreedores, que el Gobierno ha ganado y por lo que se han ahorrado miles y miles de millones” (Makoff imita al expresidente). Ese fue el éxito triunfal de su administración. Pero el 24% que no se sumó terminó siendo un problema que duró mucho más de lo que nadie esperaba. Para Argentina hubo un segundo punto culminante, cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner reabrió la negociación y consiguió una tasa de éxito que alcanzó el 92% de los bonistas. Argentina fue realmente un ganador, tuvo un gran acuerdo con el 92%. No importó tanto el 8% restante. Para los bonistas, en cambio, el mejor momento fue cuando el juez Griesa impuso la orden cautelar que obligaba al Gobierno a pagar a todos los bonistas y no solo a los que habían reestructurado antes.
«Hay un nuevo acuerdo sobre un conjunto de principios sobre los cuales la gente quiere más estabilidad, a diferencia de más dinero del Gobierno en el corto plazo»
-En Argentina existe la imagen del juez Griesa como alguien que fue demasiado duro con el país y que estaba obsesionado con el caso. ¿Usted qué piensa?
-No creo que eso sea realmente correcto. Él protegió a la Argentina con mucha fuerza en los primeros años a través de la reestructuración del 2005. Él bloqueó a los acreedores y hasta les gritó: “A veces es mejor conseguir algo que nada”, les dijo. Trajeron el pari passu (igualdad de condiciones) en 2004, él hizo todo lo que Argentina hubiera querido durante 2005 y luego se cansó, se frustró y se enojó. Entonces el libro es un estudio de él cambiando, enojándose mucho y castigando a la Argentina. Si los argentinos quieren entender quién es él y por qué hizo ese fallo extraordinario contra el país en 2012, este libro realmente cuenta esa historia. Además, al final, durante el gobierno de Mauricio Macri, el equipo negociador de Luis Caputo y Santiago Bausili actuaron de manera razonable, el juez Griesa rápidamente levantó la orden judicial y Argentina finalmente obtuvo un gran acuerdo. Entonces es un personaje interesante y de ninguna manera fue contra la Argentina.
-¿Qué lecciones de toda esta historian debería aprender Argentina y los acreedores?
-Yo diría que el mundo ha aprendido, tanto los acreedores como el FMI, que es muy difícil hacer estos acuerdos sin un sistema de votación para los bonos. Los bonos de Argentina no tenían una “Cláusula de Acción colectiva” (que permite a una supermayoría de bonistas forzar a todos los tenedores a aceptar una oferta de reestructuración) por lo que el 76% de los tenedores de bonos participaron y el 24% optó por no aceptar. Ahora todos los bonos tienen disposiciones de votación muy estrictas, por lo que, si se suma el 75%, votar a favor de un acuerdo es obligar al 100% a aceptarlo. A causa del default de Argentina en 2001 y luego por los problemas con el juez Griesa en 2012, el mercado aceptó cláusulas muy potentes, añadiendo a estas disposiciones. El mundo cambió en respuesta directa a los problemas de Argentina. Cuando Ecuador reestructuró la deuda en 2020, ellos utilizaron estos nuevos esquemas de votación y no hubo obstáculos. No hubo litigio. Y así el mundo mejoró mucho a partir de las dificultades de Argentina.
-¿Y con respecto a la relación con el FMI?
-Creo que para Argentina las peleas con el FMI después del colapso de 2001 eran comprensibles, pero al final, creo que hubiera sido mejor si hubiera estado cerca del FMI para salvar sus diferencias. La respuesta inicial a la crisis fue muy buena, pero luego la política decayó. Cuando la política se debilita, la crisis vuelve. La lección para Argentina es que las cosas habrían ido mejor si el país hubiera trabajado mejor con el FMI.
-Si comparamos la crisis de la deuda del 2001 y la crisis de deuda actual. ¿Qué tan lejos estamos de aquellos años?
-Me cuesta mucho compararlos porque son económicamente muy diferentes. No había hiperinflación, había un sobreendeudamiento externo por entonces y ahora tenemos un sobreendeudamiento monetario. También hay hoy una tasa de pobreza mucho más alta. Soy muy empático y estoy esperando lo mejor para el pueblo argentino. Espero que los funcionarios de todos los partidos trabajen juntos para llegar a un consenso para resolver esta crisis. No es sencillo. Hay cosas que aprender de cómo el ministro Roberto Lavagna lideró la recuperación y estabilizó la economía después de la crisis de 2001. Fue muy exitoso. Pero la actual es una crisis de carácter muy diferente y por eso necesita sabiduría del pasado y creatividad del presente. Hoy cuando se mira a la Argentina se ve mucho desacuerdo. Entonces, desde afuera, lo único que se desea es ver consenso.
-¿Cómo ve el enfoque del presidente Milei sobre el manejo de la deuda con el FMI?
-No daría una opinión particular del plan de Milei porque hay que tener una visión integral de todas las piezas del rompecabezas económico, como las piezas monetarias, la deuda, las medidas. Pero veo a Milei como producto del fracaso de la Argentina para recuperarse del default del 2001. El país nunca se estabilizó, durante un par de años bajo la gestión de Lavagna la economía se equilibró, hubo un auge con buenos factores externos, pero las reformas nunca se consolidaron. Entonces, hubo breves períodos de auge y luego se vuelve a producir una caída. Luego la deuda del 2001 nunca se resolvió hasta el 2016 y después el plan de Macri no funcionó como se esperaba y la crisis comenzó a profundizarse. Luego llegó el COVID y ahora el país está donde está. Así que creo que Milei es producto de la frustración por la falta de estabilidad macroeconómica en este período que comenzó en 2001. Entonces, como historiador, lo veo como producto de un voto en contra del sistema porque él tiene la motosierra. Ciertamente, en mi libro destaqué el increíble talento de Caputo y Bausili resolviendo los 15 años de litigio. Fueron brillantes, pero ese es su talento para ejecutar planes y no es un comentario sobre la totalidad del programa.
-¿Cree que el programa actual con el FMI resolverá todas las piezas del rompecabezas que usted plantea?
Espero que así sea. Pero espero que haya un consenso, que haya un mejor plan sobre la mesa y que pase por el Congreso. El país está reescribiendo su contrato social. No es sólo un programa, es un contrato social. Tiene que ser algo con lo que la gente pueda vivir y sostenerse. Así que estoy pensando a muy largo plazo. El Gobierno puso un plan sobre la mesa. Es un plan serio, pero no todo el mundo está de acuerdo con ello. Las discusiones continúan y hay que ver si pasa o no. Si se aprueba hay que ver si funciona o no. Hay un nuevo acuerdo sobre un conjunto de principios sobre los cuales la gente quiere más estabilidad, a diferencia de más dinero del Gobierno en el corto plazo. Esto es lo que estoy observando, no puedo separar qué pieza va en cada lugar, pero espero consenso y que no haya peleas en las calles.
-Muchos aquí en Washington creen que el FMI fue demasiado blando o tolerante con Argentina, que ha incumplido permanentemente sus compromisos. ¿Usted qué piensa?
-Creo que el FMI siempre tiene una difícil tarea en ese sentido. El prestamista de emergencia a países en problemas nunca toma una buena decisión. Así que creo que no tiene sentido señalar con el dedo las decisiones tomadas en 2001 antes del default o las decisiones tomadas hace cinco años. Lo único que importa son las decisiones que se toman en la actualidad. Hoy la gente es razonable, trabaja en conjunto. Entonces creo que hay un lío, pero que si Argentina trabaja en conjunto y si el sistema político argentino puede unirse y construir un consenso, el problema se resolverá. Así que no tengo una crítica para los responsables de las políticas. Lo que desbloquea el progreso es la confianza. La confianza de Argentina en sí misma, en el exterior y la confianza mundial en Argentina, que se deriva del consenso y la búsqueda de un camino a seguir. Realmente, no tengo ninguna crítica. Simplemente, creo que la gente está muy concentrada ahora y el problema es solucionable.
-¿Cree que Argentina algún día podrá salir de esta crisis de deuda?
-Si nos remontamos a unos 200 o 300 años vemos que Estados Unidos ha estado en default, Italia y Francia estaban en default. El mundo entero estaba en default, pero salen adelante. Eso es lo que enseñan los profesores. Desde 1995 México lo superó, también Perú, Panamá, Colombia.
-¿Y nosotros?
-Argentina cayó en default en 2001, en 2014 por orden judicial y en 2020, y todavía está en serios problemas. Entonces, si Perú puede salir, Argentina también puede, y es sólo una cuestión de tener políticas estables, consenso y controles básicos sobre la acumulación de deuda y la impresión de dinero. Los argentinos son brillantes. Es un hermoso país, con recursos. Esto se puede solucionar. Habrá un resultado satisfactorio. Pero como un historiador considero a los consensos como los principios básicos de un gobierno y en toda la sociedad, no sólo en un partido u otro y eso parece ser lo que la gente quiere, hoy. Entonces soy optimista con Argentina. Soy increíblemente empático con el dolor que sufre la gente. Nadie quiere tener el 50% de índice de pobreza. Nadie quiere tener una inflación así. Nadie quiere tener crisis tras crisis. Los países han salido de esto. Argentina puede conseguirlo.