“A la gente le gusta ver lo que no puede tener”, le dice el musculoso y contorneado Mike (Channing Tatum) a Max Mendoza (Salma Hayek). Y a todos aquellos que vieron alguna de las películas anteriores de Magic Mike, les suena una campanita.
Y a los que no, también.
Steven Soderbergh, el director que se llevó la Palma de Oro en Cannes con su opera prima sexo, mentiras y video, el realizador de La gran estafa, Erin Brockovich y ganador del Oscar por Traffic vuelve, así como la empezó él en 2012, para cerrar la historia de Mike. Y no sabemos por qué, porque se lo ve cansado, sin ningún rasgo de su estilo ni esas genialidades con las que pincelaba sus películas.
Salvo que así se entienda que, más que promediando la película, aparezca un cartel de Intermedio, a cuento de nada, más que para desconcertar al público.
Como sea, para los que recién llegan al mundo de Magic Mike, el personaje tiene su origen en el mismo Channing Tatum, que lo tomó de sus primeras experiencias en Tampa, Florida. Aquí hay una voz en off que es la que conduce el relato. No es la de Mike, es una voz femenina.
Stripper arruinado por la pandemia
Mike Lane es -o era- un stripper, a quien la pandemia del Covid le aniquiló los sueños, entre ellos un negocio que se le fue a pique y ahora trabaja como bartender en Miami.
Y ahí está, sirviendo tragos en una gala benéfica cuando quien organiza la gala, la mencionada Max Mendoza, escucha de boca de una amiga que el barman solía ser otra cosa. Y Max, que es multimillonaria -o, mejor aclarar, el marido del que se está divorciando lo es-, lo hace llamar y le pide un baile privado allí, en su mansión con vista al mar. Le ofrece 6.000 dólares, y nadie, durante el baile acrobático, sensual y frenético, mirará el océano.
No vamos a contar cómo termina esa noche, pero sí que Max le oferta diez veces más y se lo lleva en un avión privado a Londres, sin decirle cómo ganará esa cifra.
No, no es meneándose, sino dirigiendo y coreografiando una obra (Isabel asciende) que se da en el teatro de la familia de su esposo, que ella gana de su proceso de divorcio.
Bueno, la obra, que presenta una política de género un tanto vetusta, va a tener algunos cambios. De diálogos. De escenas. De vestuario. Y de intérpretes, porque harán un casting para el espectáculo de baile masculino.
Obvio que habrá problemas para llegar al estreno, Max en una de ésas pierde el teatro que es propiedad de la familia de su ex, y Mike luce por momentos desconcertado en la relación con su patrona/amante/lo que sea.
Las películas de Magic Mike siempre dejaron en claro el poder de las mujeres. Así que desconcierta que en esta película, y a estas alturas, se presente uno de los bailes con la frase «El acto de sumisión más sexy es pedir permiso», con respecto a cómo un hombre debe acercarse a una mujer.
Es como aclarar algo que aquí está sobreentendido, lo mismo que hacer hablar a los bailarines cuando lo mejor que saben hacer es eso, bailar sobre el escenario.
Para las y los que añoren la película original, hay un cameo (una de las chicas, la amiga que le recomienda Mike a Max), y los bailarines Clase B aparecen en un Zoom algo fallido. Evidentemente, Tatum y Soderbergh se divierten, el problema es que esa diversión no llega entera al living de casa.
“Magic Mike: El último baile”
Buena
Comedia dramática. Estados Unidos, 2023. Título original: “Magic Mike’s Last Dance”. 112’, SAM 16. De: Steven Soderbergh. Con: Channing Tatum, Salma Hayek, Ayub Khan-Din, Jemelia George, Alan Cox. Disponible en: HBO Max.